El Señor Jesucristo se presenta como la puerta de la salvación. Dice: "Yo soy la
puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará
pastos" (Juan 10:9). Pensemos en cada una de las palabras de esta declaración:
"Yo soy la puerta".
El pronombre personal, "Yo", se refiere por supuesto al Señor Jesucristo.
Cuando Él dice: "Yo soy la puerta", esto excluye a todos los demás y a
cualquier otra cosa. Así que, la Iglesia, aunque sea una institución divina, no es la
puerta. (Por lo cual, cualquiera iglesia que diga que ella sí es la puerta de la
salvación, ten por cierto que ella no es la verdadera Iglesia del Señor). El pastor (o
los sacerdotes) tampoco, porque un hombre puede proclamar el Evangelio y señalar la
puerta a los que le escuchan, pero él no es la puerta. Los sacramentos (ni las
ordenanzas: bautismo, cena del Señor, y en algunos grupos el lavar los pies) tampoco son
la puerta. Las buenas obras, aunque los creyentes son exhortados a hacerlas,
no son la puerta. ¡El Señor mismo es la puerta! Dice: "nadie viene al Padre sino
por mí" (Juan 14:6). Está escrito: "Y en ningún otro hay salvación; porque
no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos"
(Hechos 4:12).
La palabra "soy" merece consideración seria. No dijo: "Yo era la
puerta" como si solamente fuera verdad en el pasado. Tampoco dijo: "Yo seré la
puerta" como si fuera algo limitado al futuro. Lo que dijo es: "Yo soy la
puerta". Él es la puerta en el tiempo presente, ahora mismo. Esto es porque estamos
invitados a venir ahora: "Venid ahora", "Entrad ahora". Nos asegura
que: "He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí hoy el día de salvación (2
Corintios 6:2).
El artículo definido: "la", también debe ser apreciado. El Señor Jesús no
dijo: "Yo soy una puerta", como si hubiera muchas puertas. Puede que todos los
caminos conduzcan a Londres o a Roma, pero no todas las puertas llevan al cielo, de hecho
sólo una es la verdadera: Jesucristo. El Señor Jesús no es una puerta entre muchas,
sino "la puerta", esto es, que no hay más. Él dice: "Yo soy Dios y no hay
otro" (Isaías 45:22). "A nadie vieron, sino a Jesús sólo" (Mateo 17:8).
La palabra "puerta" es llamativa en su sencillez y en lo que ilustra. Todos
sabemos qué es una puerta y para qué sirve. Una puerta es una entrada, un portal, un
modo de acceso. El Señor Jesús es la entrada a la Salvación, la Paz, la Vida Eterna, la
Gloria Divina, al Hogar Celestial. ¿Y no es apropiado que Él sea la puerta? Porque Él
es el único que ha muerto por nuestros pecados, para "llevarnos a Dios" (1
Pedro 3:18). Fue Su sangre preciosa la que fue derramada para la remisión de nuestros
pecados (Efesios 1:7). Él ha sido resucitado de entre los muertos y también es "el
Primogénito" de entre ellos (1 Corintios 15:20).
Él sólo es digno y tiene derecho a decir:
"Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo".
Ahora nota la sencillez del camino de salvación de Dios: "el que por mí entrare,
será salvo". No por la Ley, ni por obras, ni por carácter, ni por conducta ni por
dinero, sino "por mí", dice el Señor Jesús. "El que por mí
entrare", cualquier persona, hombre mujer, joven o jovencita, el que entrare,
"será salvo".
¡La puerta está abierta! Tienes una invitación a entrar. Él dice: "Venid a
mí" (Mateo 11:28). ¿Entrarás ahora?
Cuando entres, serás parte del rebaño del Gran Pastor, y podrás entrar y salir entre
Sus ovejas y hallar pastos.
En Cristo serás una nueva creación; entonces debes obedecer Sus mandamientos (por amor,
no para obtener nada), comenzando con el bautismo, porque es lo primero que el Señor
manda a todos Sus discípulos. También como creyente debes hacer buenas obras (Efesios
2:10, como hijo de Dios, no para conseguir ser hijo ni para mantenerse salvo, puesto que
Él es quien hace esto). Otro deber del creyente es: "honra al Señor con tus
bienes" (Proverbios 3:9). Entonces en estas y otras cosas tu conducta manifestará la
realidad de tu salvación.
Tom M. Olson
Christian Missions Press
Traducido y adaptado por Carlos Tomás Knott, http://www.discipulo.net
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