¡NO SE ADMITEN SUSTITUTOS!

Los evangélicos están de acuerdo en que no se puede sustituir por nada el evangelio de Dios, la buena nueva acerca de la salvación en nuestro Señor Jesucristo. Cada verdadero creyente toma esta posición en cuanto al evangelio y rehúsa moverse ni siquiera un centímetro. No se admiten sustitutos ni sucedáneos. No se tolera la dilución ni las añadiduras al evangelio. El evangelio, es decir, la buena nueva de que Cristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación, es algo esencial e inalterable. Es algo básico, fundamental, y todo lo que fuera alterar o modificarlo es intolerable.

No obstante, a los que observan y se dan cuenta de lo que pasa en el mundo evangélico, les preocupa ver que la gente que no aceptaría cambios en el evangelio está dispuesta a aceptar sustitutos en lugar de la clara enseñanza del Nuevo Testamento con respecto a la vida y el testimonio de la iglesia local. De hecho, en algunos casos parece haber muy poca preocupación por el tema de si la proclamación del evangelio resulta en la formación de iglesias neo-testamentarias o no. Sí, hay grupos y organizaciones que se preocupan por la salvación de almas, y esa es una preocupación buena, pero a menudo su preocupación está acompañada de algo casi como despreocupación en cuanto al debido resultado natural de su evangelismo - que es, bíblicamente, el nacimiento de nuevas congregaciones.

Pero cuanto más pensamos en el tema, más se hace evidente que si insistimos en el evangelio del Nuevo Testamento, para ser coherentes debemos también seguir lo que el Nuevo Testamento dice acerca de la formación y la vida de la iglesia. Si no puede haber sustitutos en cuanto al evangelio, ¿debe haberlos en cuanto a iglesias sanas y espirituales? Si consideramos el mensaje del evangelio del primer siglo como algo esencial y necesario en el siglo XX, ¿por qué no considerar también la forma de la iglesia del primer siglo tan esencial y necesaria en el siglo XX? Tienen libertad los cristianos para escoger a su gusto de esa manera? ¿Es justo y correcto insistir en la verdad del evangelio y a la vez ignorar o aguar la verdad en cuanto a la Iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo, el templo de Dios?

La gloria del primer siglo del cristianismo era las iglesias, espiritualmente engendradas, llenas del Espíritu, dirigidas y potenciadas por el Espíritu. La tragedia de nuestros tiempos es la carencia de iglesias así. Existen muchas organizaciones que trabajan en evangelismo (y damos gracias a Dios por toda predicación del verdadero evangelio), ¿pero no es la existencia de esas organizaciones un comentario sobre la indiferencia, ineficacia o impotencia de las iglesias de nuestro tiempo? La iglesia local, la asamblea o congregación de creyentes, es la unidad fundamental en el plan de Dios en esta época. En el Nuevo Testamento toda la actividad estaba centrada en iglesias locales, o bien procedía de ellas, y resultaba en la formación y edificación de más iglesias. Esas iglesias neo-testamentarias eran iglesias que oraban, que se involucraban en predicar el evangelio y dar a luz otras iglesias, que vivían y ofrendaban sacrificialmente para el progreso del evangelio, y de ahí el impacto de ellas en su generación. Es un impacto que admiramos y alabamos, pero a penas imitamos. Cada iglesia era un centro de vida espiritual y tenía un impacto profundo en la comunidad alrededor suyo.

La pérdida de este concepto y de este compromiso es algo que debemos lamentar y corregir. Tenemos toda clase de organización paraeclesial que hace todo tipo de obra cristiana, pero debemos preguntarnos algo, y nos lo debemos plantear seriamente: ¿No podría hacerse mucho más trabajo y con mucha más eficacia espiritual si fuera hecho por iglesias de carácter neo-testamentario?

Es nuestra convicción que no existen sustitutos adecuados para tomar el lugar de las asambleas neo-testamentarias. Con esto no nos referimos a asambleas que se conforman a un cierto rito eclesial cristalizado, que pasan sus años en la esterilidad espiritual, guardando una forma pero no manifestando la vida y el poder del Cristo resucitado. Estamos pensando en iglesias que a más de conservar la forma neo-testamentaria, reflejan también la dinámica de las iglesias del Nuevo Testamento; avanzan bajo la dirección del Espíritu de Dios, en comunión con el Señor, y se reproducen en otros lugares.

Se ha dicho: "Evangelizar o fosilizar", y hasta allí está bien el lema. Pero tengamos en cuenta que las raíces de toda obra productiva del Señor en el mundo de hoy, están en la tierra fértil de las iglesias locales que tienen vida y espiritualidad. ¿Cómo podemos volver a tener iglesias así? El camino de vuelta para el pueblo de Dios siempre ha sido el arrepentimiento de todo corazón, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo (compara con Oseas 6:1 y Apocalipsis 2:5). La justificación y defensa de nuestras formas y tradiciones no tiene valor alguno para traer un avivamiento. El camino es volver a quebrantarnos ante la Palabra de Dios, y volver a Sus caminos, las sendas antiguas (Jer.6:16), si es que deseamos la bendición antigua. ¡Ojalá hubiera más iglesias como las del tiempo de los apóstoles y primeros cristianos! Dios no ha cambiado, ni ha cambiado Su Palabra ni Su poder. Que este Dios nos dé más de esas iglesias. ¡Lo hará, si Su pueblo en verdad lo desea!

John Smart

 

Traducido y adaptado al castellano por Carlos Tomás Knott

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