Hace algunos meses que un periódico en San Francisco informó acerca de
una escena extraña en el cementerio de aquella ciudad. Fue enterrado un joven que se
mató en un accidente de motociclismo. Esto no era en sí una novedad. Pero lo que sí fue
muy extraño: la moto en la que se mató fue enterrada con el joven difunto.
Su madre, entre sollozos, explicaba: "Era toda su vida".
¡Qué trágico tener toda una vida envuelta en una ¡menuda cantidad de cosas extrañas
que tendrían que ser enterradas con los muertos en nuestros cementerios! Uno sería
enterrado con sus acciones de la bolsa de cotizaciones. A otro le enterrarían con los
artículos de sus placeres sensuales. El sepulcro de otro contendrían sus palos de golf,
las cañas de pescar y las armas de caza. A otro le tendrían que sepultar con sus
billetes de entrada de la temporada de béisbol, futbol o baloncesto, o su certificado de
socio en algún club atlético. Para otros, sería su casa, coche o barca. Nos preguntamos
cuántos ejemplares de la Biblia tendrían que ser enterradas con sus dueños, seguramente
pocos.
Si tú fueras enterrado con lo que más importancia tiene para ti en esta vida, ¿qué
cosa sería? ¿Qué es TODA TU VIDA? Quizá necesitamos sentarnos y considerar seriamente
qué es lo que constituye toda nuestra vida. El apóstol Pablo dijo: "Para mí el
vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Fil. 1:21). Lo que para uno constituye su
vida es en realidad el "dios" de esta persona.
La palabra "entusiasmo" viene de dos palabras, "en" y "teos"
que significa dios. Así que, entusiasmo literalmente significa "el dios en ti".
La tragedia de nuestros tiempos es que tantos han sido capturados por dioses que no lo son
en realidad. No son más que fabricaciones del ingenio humano, pero cuando la pequeña y
frágil vida del hombre se termina, estos dioses fallan. Son los dioses de los hombres,
pero hay un Dios del hombre. ¡Él es el DIOS VIVIENTE! ¡Él es TODOPODEROSO!
No podrías enterrarle en una tumba por mucho que quisieras. Él es ESPÍRITU. Él es
ETERNO. Él está en el CIELO.
Cuando venga la muerte, el cuerpo del creyente va al sepulcro, el alma va al cielo, para
estar con Cristo.
San Pablo dice en 2 Corintios 5:8, "ausentes del cuerpo, presentes con el
Señor".
Es bueno conocer al Salvador, al Dios que no está enterrado con un muerto en el
cementerio, sino que lleva a los que le conocen como Señor y Salvador a estar con Él en
el cielo.
Ninguna vida está "completa" o "entera" a menos que Cristo sea
conocido personalmente en esa vida como Señor y Salvador. El futuro del creyente no es un
agujero en la tierra, sino un hogar en el cielo.
anécdota de los señores Glenn Judy, Atlanta, Georgia, EE.UU.,
comentario por Leonard E. Linsted
tratado de Christian Missions Press, traducido por Carlos Tomás Knott
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