Dios tiene Su Iglesia en la tierra, la unidad divinamente hecha (compuesta de los que verdaderamente creen en Cristo como su Señor y Salvador). Es un testimonio a la Persona de Cristo, el Hijo eterno de Dios, y del valor de Su sacrificio redentor en la cruz. Esta Iglesia fue formada por el Espíritu Santo el día de Pentecostés, cuando Él bautizó a los creyentes en una entidad u organismo llamado: "el cuerpo de Cristo". 1 Corintios 12:13 dice: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo". Este cuerpo ya goza de unidad verdadera, porque leemos: "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo" (1 Co. 12:12). Nuestro bendito Señor habló de Su cuerpo, la Iglesia, en Su gran oración en el capítulo 17 del evangelio según Juan: "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" (Jn. 17:20-21). ¿Qué clase de unidad hay entre el Padre y el Hijo? Por supuesto que es una armonía santa de pensamiento, corazón, motivación y propósito. Es una unidad perfecta, santa y sin pecado. Así que, el Señor Jesús enseña que la unidad de sí mismo y Su iglesia es como la unidad del Padre con el Hijo y del Hijo con el Padre. De esta manera la Iglesia verdadera es una unidad divina compuesta por todos los que ahora son salvos de sus pecados; es algo puro y santo a los ojos de Dios. Ya incluye a todos los creyentes, y excluye a todos los que no creen. Puesto que esto no agrada al Diablo ni sirve a sus propósitos, él constantemente intenta corromper el plan de Dios, por medio de introducir a pecadores en la iglesia profesante, mediante falsas profesiones de fe. El apóstol Pablo predijo esto en Hechos 20:29-30 cuando dijo: "Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos". Tanto éxito ha tenido, que en estos postreros días la gran mayoría de los que profesan ser la Iglesia no son creyentes. Muchos de ellos son apóstatas declarados, que niegan las verdades fundamentales de las Escrituras. La iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3 nos muestra el estado terrible de la iglesia profesante justo antes de la venida del Señor para llevar a Sus santos a la gloria: el Señor de la Iglesia está fuera, ante una puerta cerrada (Ap. 3:20). Hoy en día Satanás está haciendo su jugada descarada y final, de unir muchas sectas de la cristiandad en una gran unión mundial (ecuménica). Tendrá éxito en esto, como el libro de Apocalipsis muestra, pero esta unión malvada no es ningún lugar para estar los creyentes en Cristo. Esta unión gigantesca de denominaciones ya se manifiesta en forma embrión en el llamado: "Consejo Mundial de Iglesias". Su nombre es acertado: es del mundo, y como tal, no es de Dios (1 Jn. 2:16). Es una unión; no una unidad. Puedes cortar de un hombre sus piernas y brazos y atarlos en un bulto, y tendrás una unión, pero no una unidad. Solamente tendrás un bulto de miembros muertos. Así es el ecumenismo: una perversión maldita y diabólica de la unidad divina. Los verdaderos creyentes en el Señor Jesucristo, quienes forman la verdadera Iglesia, de la cual el Señor Jesucristo es Cabeza, no deben tener nada que ver con el ecumenismo. Se nos dice en la Palabra de Dios: "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos... salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor" (1 Co. 6:14, 17). "Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo" (2 Ti. 2:19b). Satanás siempre ama el juntar lo que Dios desparrama, así como en Génesis 11, los hombres iban a edificar una ciudad y una torre hasta el cielo, hacerse un nombre y unirse como una gran amalgama que desafiaba a Dios. Pero el Señor los dispersó sobre la faz de la tierra (Gn. 11:3-8). Por otra parte, leemos en el Nuevo Testamento que el Señor junta a Sus santos en una verdadera unidad divina: un cuerpo con una cabeza, Cristo; un rebaño bajo un Pastor. Cual lobo rapaz, Satanás dispersa las ovejas (Jn. 10:12). Él ha tenido éxito en dividir al verdadero pueblo de Dios en muchos fragmentos llamados denominaciones, una mezcla de millones de hombres y mujeres que todavía están en sus pecados. Son miembros de iglesias, pero no son miembros de la Iglesia verdadera. En estos postreros días Satanás se ocupa de la tarea de unir a todas estas multitudes diversas en una organización gigantesca; pero con el Señor Jesús fuera. El lugar para cada verdadero creyente en el Señor Jesucristo está fuera de todas estas compañías mixtas, y debe congregarse con los creyentes. Es la responsabilidad y el privilegio de los verdaderos cristianos el seguir el ejemplo de la iglesia primitiva, cuando: "todos los que habían creído estaban juntos" (Hch. 2:44), con su precioso Señor en el medio, así como Mateo 18:20 expone tan hermosa y sencillamente: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Ésta es unidad de Dios. ¡Cuidado con la unión falsa de Satanás! August Van Ryn |